Neville Goddard: Conferencias de Radio #3 en la emisora KECA, en Los Ángeles – Fecha: julio de 1951
¿Han respondido alguna vez a tus oraciones? ¿Qué no daríamos las personas por tener la certeza de que al rezar, algo concreto sucedería?
Por eso, me gustaría analizar por qué algunas oraciones son escuchadas y otras parecen caer en un vacío. La Biblia dice: “Cuando oréis, creed que recibís, y recibiréis”. Creer que recibimos es la condición necesaria para que la oración sea efectiva. Si no creemos, nuestra plegaria quedará sin respuesta. Suponer que una oración es concedida implica que, como consecuencia de ella, sucede algo que de otra manera no habría ocurrido. Esto significa que el que ora es el verdadero instigador de la acción, la mente directora y, en cierto sentido, el que concede la oración. Sin embargo, el hombre a menudo se resiste a asumir esta responsabilidad, como si el hacerse cargo fuera para él una pesadilla invisible.
Todo el mundo natural funciona según leyes. Pero entre la oración y su respuesta no parece existir tal relación. Sentimos que Dios puede responder o ignorar nuestra plegaria, que puede dar en el blanco o fallar. La mente humana aún se resiste a admitir que Dios mismo se somete a sus propias leyes. ¿Cuántas personas creen que existe una relación de causa y efecto entre la oración y su respuesta?
Veamos un ejemplo de cómo funciona esto en la historia de los diez leprosos del Evangelio de Lucas. Lo que nos llama la atención es el método utilizado para aumentar su fe hasta la intensidad necesaria. Leemos que los diez leprosos imploraron a Jesús que tuviera “misericordia” de ellos, es decir, que los sanara. Jesús les ordenó que fueran a presentarse a los sacerdotes y, “mientras iban, fueron limpiados”. La Ley Mosaica exigía que, cuando un leproso se recuperaba, debía presentarse al sacerdote para obtener un certificado de salud restaurada. Jesús puso a prueba la fe de los leprosos y les proporcionó una forma de fortalecerla. Si los leprosos se hubieran negado a ir, no habrían tenido fe y, por lo tanto, no podrían haber sido sanados. Pero al obedecer, la comprensión completa de lo que implicaba su viaje se iría revelando en sus mentes mientras caminaban, y este pensamiento dinámico los curaría. Por eso, la Biblia dice: “Mientras iban, fueron limpiados”.
Este es solo un ejemplo, pero nos enseña que la oración efectiva implica mucho más que simplemente desear algo. Debemos creer en la posibilidad de recibir lo que pedimos y tomar acciones que reflejen esa fe. La verdadera oración no es una súplica desesperada, sino un acto de co creación con la divinidad, donde nuestros deseos y acciones se alinean con las leyes universales para manifestar lo que anhelamos.
En algún momento todos hemos escuchado las palabras de ese himno antiguo que dice: “Cuánta paz perdemos a menudo, cuánto dolor innecesario soportamos, solo porque no llevamos todo a Dios en oración”. Yo mismo llegué a esta convicción a través de la experiencia, reflexionando sobre el verdadero significado de la oración.
No todo lo que llamamos oración lo es en realidad. La oración genuina es la elevación de la mente hacia aquello que anhelamos. La primera palabra de corrección siempre es “eleva”: eleva tu mente hacia tu deseo. Esto se logra fácilmente asumiendo el sentimiento de que tu deseo ya se ha cumplido. ¿Cómo te sentirías si tu oración fuera respondida? Abrazate completamente a ese sentimiento, hasta que experimentes en tu imaginación lo que experimentarías en la realidad.
La oración no es un esfuerzo mental ni un acto de voluntad, sino una entrega al sentimiento de la respuesta recibida. Si una oración no parece tener éxito, puede ser porque ha habido demasiado esfuerzo. La verdadera confusión surge cuando confundimos la oración con un acto de voluntad, en lugar de verlas como opuestas. La regla fundamental es no hacer ningún esfuerzo, y si la sigues, intuitivamente caerás en la actitud correcta.
La creatividad no nace de la fuerza, sino de una receptividad más profunda, una sensibilidad más aguda. La aceptación del resultado, la aceptación de la oración respondida, encuentra los medios para su realización. Siente como si ya estuvieras en el estado de la oración respondida, hasta que ese estado llene tu mente y eclipse todos los demás. Lo que debemos trabajar no es la voluntad, sino la educación de la imaginación y la estabilización de la atención. La oración triunfa cuando evita el conflicto. Es, sobre todo, fácil. Su mayor enemigo es el esfuerzo. Las fuerzas espirituales, al igual que las físicas, viajan por los caminos de menor resistencia.
Debemos actuar con la presunción de que ya poseemos lo que deseamos, porque todo lo que deseamos ya está presente dentro de nosotros. Solo espera ser reclamado. Pero reclamarlo requiere continuar en la asunción del deseo cumplido.
Te cuento una historia encantadora que ilustra este principio. Una mujer maravillosa de otra ciudad vino a verme para hablar sobre la oración. No tenía con quién dejar a su hijo de ocho años, así que lo trajo con ella. Mientras yo hablaba con su madre, él parecía absorto en jugar con un camioncito.
Al final de la conversación, el niño me dijo: “Señor Neville, ahora sé cómo orar. Sé lo que quiero: un cachorro collie, y puedo imaginarme abrazándolo todas las noches en mi cama”. Su madre nos explicó las dificultades de su deseo: el costo, su pequeño apartamento, incluso su capacidad para cuidar del perro. El niño la miró y simplemente dijo: “Pero mamá, ahora sé cómo orar”. Y lo hizo.
Dos meses después, durante una “Semana de Bondad hacia los Animales” en su ciudad, todos los niños de la escuela debían escribir un ensayo sobre cómo cuidarían a una mascota. Puedes adivinar cuál fue el resultado. Su ensayo, entre los cinco mil presentados, ganó el premio, y ese premio, entregado por el alcalde de la ciudad al niño, fue un cachorro collie. El niño había asumido con total convicción el sentimiento de su deseo cumplido, abrazando y amando a su cachorro todas las noches.
La oración no es una súplica desesperada, sino una danza de fe y gratitud. Eleva tu mente, abrázate al sentimiento de respuesta, permite que tu creencia sea como la del niño y observa cómo, como un baile armonioso, el universo se alinea para manifestar tu anhelo.
La oración es un acto de Amor Imaginativo, este será el tema de mi mensaje el próximo domingo por la mañana a las 10:30, en el Teatro Fox Wilshire en Wilshire Boulevard cerca de La Ciénega, hablaré sobre “La Oración como un Acto de Amor Imaginativo”. Mi deseo es explicarte cómo, al igual que el joven muchacho, puedes rendirte a las hermosas imágenes de tus deseos y persistir en tu oración, incluso cuando te digan que son imposibles.
La Biblia nos muestra la necesidad de la persistencia en la oración. Jesús preguntó: “¿Quién de vosotros, teniendo un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de camino, y yo no tengo qué darle en qué comer; y el que desde adentro responde: No me molestes; la puerta está ahora cerrada, y mis hijos están conmigo en la cama; no puedo levantarme y dártelos? Os digo que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, debido a su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite”. Lucas 2.
La palabra traducida como “importunidad” significa, literalmente, “descaro sin vergüenza”. Debemos persistir hasta que logremos imaginarnos en la situación de la oración respondida. El secreto del éxito se encuentra en la palabra “perseverancia”. El alma que se imagina a sí misma en el acto, toma los resultados del acto. No imaginándose a sí misma en el acto, siempre está libre del resultado. Experimenta en la imaginación lo que experimentarías en la realidad si ya fueras lo que quieres ser, y tomarás el resultado de ese acto. No experimentes en la imaginación lo que quieres experimentar en la realidad y siempre estarás libre del resultado. “Cuando oréis, creed que recibís, y recibiréis”. Uno debe persistir hasta llegar a su amigo en un nivel superior de conciencia. Debe persistir hasta que su sentimiento del deseo cumplido tenga toda la viveza sensorial de la realidad.
La oración es un sueño despierto controlado. Para orar con éxito, debemos enfocar nuestra atención en observar el mundo como lo veríamos si nuestra oración fuera respondida.
Fijar la atención no exige ninguna facultad especial, pero sí demanda el control de la imaginación. Debemos extender nuestros sentidos: observar nuestra relación cambiada con nuestro mundo y confiar en esta observación. El nuevo mundo no está ahí para ser agarrado, sino para ser sentido, para ser tocado. La mejor manera de observarlo es ser intensamente consciente de él. En otras palabras, podemos, escuchando como si oyéramos y mirando como si viéramos, en realidad escuchar voces y ver escenas desde dentro de nosotros mismos que de otra manera no serían audibles o visibles.
Con nuestra atención enfocada en el estado deseado, el mundo exterior se desmorona y luego el mundo, como la música, por un nuevo escenario, transforma todas sus discordias en armonías. La vida no es una lucha sino una rendición. Nuestras oraciones son respondidas por los poderes que invocamos, no por los que ejercemos. Mientras los ojos se dan cuenta, el alma está ciega, porque el mundo que nos mueve es el que imaginamos, no el mundo que nos rodea.
Debemos entregar todo nuestro ser al sentimiento de ser la persona noble que queremos ser. Si algo se guarda, la oración es vana. A menudo nos vemos privados de nuestra alta meta por nuestro esfuerzo por apoderarnos de ella. Estamos llamados a actuar sobre la base de la suposición de que ya somos el hombre que seríamos. Si hacemos esto sin esfuerzo, experimentando en la imaginación lo que experimentaríamos en la carne si hubiéramos realizado nuestra meta, descubriremos que, de hecho, la poseemos. El toque sanador está en nuestra actitud. No necesitamos cambiar nada más que nuestra actitud hacia él. Asume una virtud si no la tienes, asume el sentimiento de tu deseo cumplido. “Ora por mi alma; porque por la oración se logran más cosas de las que este mundo sueña”.
Espero que este mensaje te inspire a ver la oración no como una súplica desesperada, sino como un acto de amor imaginativo. Con fe, persistencia y la voluntad de rendirte a tus deseos, puedes manifestar tus sueños en la realidad.