Neville Goddard: Conferencias de Radio #4 en la emisora KECA, en Los Ángeles – Fecha: julio de 1951
Muchos me dicen que no pueden meditar. Esto me parece un poco como decir que no pueden tocar piano después de un intento. La meditación, como cualquier arte o expresión, requiere práctica constante para obtener resultados perfectos. Un verdadero pianista, por ejemplo, sentiría que no puede tocar lo mejor si se pierde un día de práctica. Si se perdiera una semana o un mes, sabría que incluso su audiencia más inexperta reconocería sus defectos. Lo mismo ocurre con la meditación. Si la practicamos diariamente con alegría en este hábito diario, la perfeccionamos como un arte.
Encuentro que quienes se quejan de la dificultad de la meditación no la convierten en una práctica diaria, sino que esperan hasta que algo urgente aparece en su mundo y luego, a través de un acto de voluntad, tratan de fijar su atención en el estado deseado. Pero no saben que la meditación es la educación de la voluntad, porque cuando la voluntad y la imaginación están en conflicto, la imaginación invariablemente gana.
Los diccionarios definen la meditación como fijar la atención en; como planear en la mente; como idear y mirar hacia adelante; como participar en un pensamiento continuo y contemplativo. Se han escrito muchas tonterías sobre la meditación. La mayoría de los libros sobre el tema no llevan al lector a ninguna parte, porque no explican el proceso de la meditación. Toda la meditación equivale a una imaginación controlada y una atención bien sostenida. Simplemente mantén la atención en una determinada idea hasta que llene la mente y expulse todas las demás ideas de la conciencia. El poder de la atención se muestra como la garantía segura de una fuerza interior. Debemos concentrarnos en la idea a realizar, sin permitir ninguna distracción. Este es el gran secreto de la acción. Si la atención se desvía, hazla volver a la idea que deseas realizar y hazlo una y otra vez, hasta que la atención se inmovilice y experimente una fijación sin esfuerzo en la idea que se le presenta. La idea debe mantener la atención, fascinarla, por así decirlo. Toda meditación termina finalmente con el pensador, y él descubre que es lo que él mismo ha concebido. La atención del hombre indisciplinado es el sirviente de su visión, más que su amo. Es capturado por lo urgente más que por lo importante.
En el acto de la meditación, como en el acto de la adoración, el silencio es nuestro mayor elogio. Mantengamos nuestros santuarios silenciosos, porque en ellos se conservan las perspectivas eternas. Día tras día, semana tras semana, año tras año, en momentos en que nadie, por amor o por intenciones menores, podía interferir, me dediqué a lograr el dominio sobre mi atención e imaginación. Buscaba formas de hacer más mías esas luces mágicas que amanecían y se desvanecían dentro de mí. Deseaba evocarlas a voluntad y ser el maestro de mi visión.
Me esforzaba por mantener mi atención en las actividades del día en una concentración inquebrantable para que, ni por un momento, la concentración aflojara. Este es un ejercicio, un entrenamiento para las aventuras más elevadas del alma. No es un trabajo ligero. El trabajo del labrador, trabajando en los campos, es mucho más fácil.
Los imperios no envían legiones tan rápido para obstruir la revuelta como todo lo que vive en nosotros se apresura a lo largo de las vías nerviosas del cuerpo para frustrar nuestro estado meditativo. El hermoso rostro de alguien que amamos brilla ante nosotros para alejarnos de nuestra tarea. Viejas enemistades y miedos nos acosan. Si nos sentimos tentados por estas vistas, descubrimos, después de una hora de reflexión, que hemos sido atraídos. Hemos abandonado nuestra tarea y olvidado la fijación de la atención que nos propusimos lograr. ¿Qué hombre hay que tenga control completo de su imaginación y atención?
Una imaginación controlada y una atención constante, enfocadas firme y repetidamente en la idea a realizar, son el comienzo de todas las operaciones mágicas. Si persiste durante semanas y meses, tarde o temprano, a través de la meditación, crea en sí mismo un centro de poder. Entrará en un camino que todos pueden recorrer pero en el que pocos viajan. Es un camino dentro de sí mismo donde los pies primero vacilan en la sombra y la oscuridad, pero que luego se ilumina con una luz interior. No hay necesidad de dones especiales o genialidad.
Espero que esta traducción te ayude a comprender mejor el texto original y te anime a probar la meditación con una nueva perspectiva. Recuerda, la clave está en la práctica constante y un diálogo interno enfocado.